Cansa el repetir de los desengaños, el brutal silencio de
los muchos, la permanente explosión de la venas en mis raíces… Cansa tanta
estupidez escrita, tanta necesidad callada.
Cuando llegamos de la batalla, ese cansancio parece bíblico,
indeleble estruendo a nuestras espaldas. Pero… entonces… sacamos la cobija, nos
pertrechamos de las pieles de verano, prendemos la tenue calefacción de los
besos y logramos que nuestros cuerpos, ya livianos de recuerdos, vuelvan a ser
solo nuestros y tan del otro; solo alma encarnada en ti y en mi.
Cansa pensar en el despertar a este mundo enrocado en el
disparate, pero sabemos, sin duda, que volveremos a la cabaña de nuestro amor,
solo para reinventarnos, solo para encadenarnos a nuestra libertad silenciosa.
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