6/2/13

Mi regalo

Esto de ser afortunado conlleva una responsabilidad única. Cada mañana, impulsado por el deber ineludible del cumplesueños, abro mi regalo con sutileza. Es delicado, no permite zarandeos excesivos a esas horas en la que fuera, en el temporal de la realidad, el viento ulula desacompasado. Por eso, susurrando el enigma conjugado en sortilegio, deshago el lazo de labios que lo anuncia; retiro la fina capa de piel que lo protege; miro con la curiosidad de un niño que descubre la exitencia de lo mágico, y me dedico a jugar sonriente con la novedad reeditada del amor.
La responsabilidad no me supera. La disfruto con la irresponabilidad de quien, decidido a vivir sin cortapisas, se permite tanta felicidad como tristeza. A veces, mi regalo lleva la ginda de la permanencia, de un no salir que es salir al mundo de lo bello, de lo necesario, de lo imprescindible. Siempre, todos los días, mi regalo es cercano, cálido, inteligente, original, hermoso por dentro y por fuera. Lo único malo de esta fortuna es que me he acostumbrado a la sorpresa y al goce, que un cumpleaños ya no es más que una fecha más en el calendario, que yo, consciente de que la vida ha decidido cosas más constantes que una velas mortecinas, ya no me conformo con nada ni con nadie que no se acerque a este cumplesueños infinito.
Gracias por regalarme todo, gracias por hacerme alguien, gracias por tu ensoñiscada sonrisa única de la mañana.