Vamos a amueblar esta casa amueblada para que cada esquina
respire nuestro aliento. Vamos a pensar en esa esquina, tan huérfana de
afectos, tan necesitada de nuestro abrazo improvisado en una tarde tonta en que
la lluvia y el dolor se queden fuera de estas paredes. Vamos a buscar una solución
para el sofá, el mullido lugar en el que dejar que tu pecho sea mi almohada y
que mis muslos sean tu sostén. Vamos a rompernos la cabeza para rehacer la
cocina. Ya sabes: fogones de pasión, limpiador de tristezas, horno para los
días de invierno incontenidos (e incontenibles), luces directas para las
palabras hermosas que atesoramos para el otro, temperatura justa en la nevera
en la que aplazamos lo urgente para sacar lo importante a la mesa del comedor
de patas móviles… Vamos a amueblar esta casa amueblada para que seamos
nosotros, y no las cosas, las que habitemos en las grietas invisibles de esta
(de) construcción.