26/3/11

Los abrazos lejanos III

Gota a gota, resbalan por el serpentín los abrazos. Destilan no solo dolor -que también-, sino la necesaria conversación de pieles que acumulamos de manera insospechada y nada sospechosa. El alambique está repleto, el fuego, caldeado por la primavera naciente, no cesa de crepitar, las brasas no son esta vez cama para comidas de confraternidad sino lacerantes testigos de una ausencia forzada. Desde el privilegio del recuerdo vivo, algunas gotas más de alcohol abrazado en el que bailar la necesidad de vuestra presencia.

- Hay abrazos distantes, esos que nunca se dan aunque se deseen. Guardamos las formas porque somos serios: luchadores-de-la-sociedad-civil-debatiendo-el peso-específico-del-planeta. Pero son abrazos dados de esquina a esquina de la larga mesa en la que buscamos coincidencias y diluimos -intencionalmente- las diferencias. Serían muchos si fueran individuales, pero este abrazo es uno, oblicuo, masivo, íntimo al tiempo. Podría ser para ti, la mujer con el corazón más grande que he conocido, y con la casa más flexible, y con la dotación de valentía inconmensurable que te permite ayudar a todas esas otras mujeres, u hombres, abusados por esta sociedad patriarcal que nos asfixia. O para ti, hombre de persistente lucha, micrófono indignado cada mañana casi cuando el resto bosteza su letargo aprendido, su pobreza cotidiana... voz sin aristas que acaricia la vehemencia como quien sabe que la batalla es hasta el último día. Son más, pero estos dos ya se hacen tan inmensos que me faltan brazos y alma...

- En la terraza de tu barco de madera sembrado en la arena de Jaqué hemos soñado a destiempo. ¿Quién nos iba a decir que la desgracia nos haría encontrarnos, olernos, retarnos, abrazarnos a pesar de nuestros cuerpos contradictorios y nuestras edades abisales? Hermano, maestro en abrazos y en revueltas, insistente faro para el cambio que quizá nunca se produzca... cómo añoro desde acá la posibilidad de tu voz, la sonrisa juguetona de tu adultez infante... cómo, cómo me cuesta pensarte y tener que aplazar estos años en nuestra carrera por recuperar las décadas en las que las vidas nos hizo esquivos.

- En tus sueños han aparecido monstruos, pero la vigiliza debería ser más amable, más como tu, más bondadosa. En estos aos muchos abrazos en tus momentos más frágiles, en los míos más dubitativos. Ahora, el silencio, la imposibilidad de compensar con palabras la distancia. Imagino. Pero en tu optimismo cromático, deberías saber que todo al final encuentra acomodo, que los monstruos son temporales y que los humanos de verdad son permanentes, hasta en la muerte. Pelearás con una canción de ingenuo positivismo, pelearemos sobre los caminos que llevan a las soluciones. Tú pensarás en parches de alivio, yo en incendios desesperados. Al final, nuestro abrazo se reencontrará en las tierras altas de un mundo devastadi y posible.

- ¿De dónde sacas esa risa? No hay sonrisa en tu registro, solo risa a carcajadas, poder de mujer poderosa en puro estado de explosión. Tu cuerpo sin engaños se balancea en la cuerda floja del romper-aguantar y tu corazón, grande como nuestros sueños comunes, como los espacios únicos que compartimos, logra que mi pesimismo se arrugue en los pasillos de Santa Familia y que mi impostado optimismo se cuele en las salas donde hemos garabateado los lemas del cambio, del tumbe, de la poderosa razón que nos empuja. Tan poco tiempo en mi vida y tantos abrazos ya acumulados. Ahora, eres la timonel del sueño, con otras manos voluntariosas empeñadas en soplar a las velas-pancartas que nos impulsan. Sigue, sigue, sigue hasta que el puerto se llene de gente, hasta que el barquito precario que comenzamos a construir hace algo más de un año tenga embergadura de trasatlántico sin turistas.

24/3/11

Abrazos lejanos II

En el proceso de abrazar sin cuerpo no hay orden ni razón, solo brotar sin jerarquías y con sentido. Siguen saliendo, quién sabe a cuenta de que, en estas tardes de ventina y agua espolvoreada:

- Trato de abrazar a Günter Anders para ver si, atravesándolo, rozo tu voz atropellada. Coincidiendo en nuestro pesimismo cósmico, no podemos más que continuar -en la distancia- el andar de las preguntas, el trastabillar necesario de tratar de entender esta locura, la apasionada carrera por convencerson sabiendo que jamás lo conseguiremos. Fuiste archipiélago cuando yo era isla solitaria, tu voz y tus letras acumuladas en anaqueles de cariño fueron mi albergue y mi plataforma. Este abrazo envenenado de anarquismo tratará de sustraer tu obcecada permanencia en ese error que tanto me gusta.

- La muerte apareció en el momento que es, pero nos robó el abrazo debido. Contenido, como vos, a veces anudado, pero sincero y poderoso. Algún pacto haremos con el tiempo, alguno más con el espacio, para remediar nuestra ausencia cuando más lo necesitabas. Nos dolió no dolernos contigo y, ahora, en la distancia preñada de injusticias, solo pensamos en cómo seguir viviendo, que es o que nos toca a todos los que aún abrimos los ojos en las maánas contradictorias de nuestro tiempo.

- "Los caminos de la vida..." y ahí estás... con esa sonrisa encaramada y esa cara de yo-no-soy que tanto es. "No son lo que yo esperaba"... y quién lo iba a esperar querida, quién nos iba a decir que te sentarías en ese sofacito desconchado de nuestra ya-no-sala tan triste como el gris de las tardes plomizas de la Bogotá en la que no estábamos. "No son los que yo creía"... porque creer es de ingenuos ¿verdad? Pero no comer, hablar, reír, bailar...eso es de gente viva, de amigos, de hermanos en el tiempo. "No son lo que imaginaba"... imagina... imagina que tus conchuelas con tocineta resbalan por esta garaganta y que nos bebemos hasta la última gota de vino de tu casa y de la vida. Un abrazo de sal y verbo.

- La vista desde tu terraza es la de mi llegada a Panamá. Ese Casco Viejo cada día menos viejo y con menos viejos. También es la de tu infancia, y la de tus anhelos. Es cierto, nuestra amistad era extraña, no tanto por generaciones, sino por ilusiones: yo jugando a tenerlas, tu jurándome que ya no las tienes y, en medio, conversaciones atropelladas para conocernos aún sabiendo que el mundo nos desconocía. De lectora a abrazadora, de desconocida vecina de vecindario ajeno, a parte de esta vida tan ingenua como apasionada. Si este abrazo te llega sabrás que tengo la ilusión incontenida de re-encontrarte.

23/3/11

Algunos abrazos lejanos



-Esa cerveza está pendiente ¿no? Sería lo justo después de tantos meses sin vernos. Llegas de tu embarque y aterrizas en la taberna, una pinta gigante y unas cuantas dudas. ¿Qué hacemos? ¿Para qué lo hacemos? Pero al menos nos podríamos abrazar ¿no crees?

-Esas lágrimas se quedaron allá. Recuerdo las primeras, hace ocho meses, en aquel primer intento de quitarme de enmedio. Te dije: "tranquila, no va a pasar nada, no o van a conseguir". Esta vez, para evitar las mias, te pedí que contuvieras las tuyas, pero esas lágrimas, al menos, cayeron en mi camisa gracias al abrazo. Ahora que empiezas algo nuevo o que, al menos, has pasado pagina, no podremos abrazarnos tan fácilmente.

- Has sacado fuerza de algún lugar que yo desconozco. Ese cuerpo tuyo engaña. Parece frágil, pero tu alma logra que todo sea más llevadero para nosotros. Nos acompañaste, nos defendiste, nos arreglaste papeles y cajas, vendes, hablas, soportas nuestra ausencia como una injustificada presencia. Y yo, sin forma de abrazarte, sin manera alguna de buscarte en la voz esquiva ni en la necesidad irremediable de un cigarro en la terraza de tus palabras.

- Compa, tan grandes y tan débiles. Tantos años de coexistencia y de supervivencia. De rones atravesados y de rones imprescindibles. La amistad debe ser así ¿no?: tan diferentes y tan necesarios. Nuestros cuerpos abrazados son más grandes que bailando y, sin embargo, podría cambiar un abrazo por un ziz ziz ziz de tu voz y una arrastradita de pies con cuatro tragos de más animando brazos y melena.

- Este abrazo diario contigo tiene que sustituir al resto. La paz que me da logra que las distancias sean solo un asunto temporal, quizá molesto, pero no irremediable. Me abrazo a ti como, no como náufrago desesperado, sino como diestro aficionado a la luz y a los amaneceres de melcocha en los que despierto.

Las excusas legales









Pongo a disposición las resoluciones de Migración según las cuáles fuimos expulsados de Panamá, además de poner mi cédula mal y contener varios adefesios jurídicos, sólo indican como causa la de "instigación a la violencia", a pesar de que ahora el Gobierno insiste en la tesis de que yo estaba con un estatus ilegal en Panamá. Además, en ninguna resolución se me quita mi estatus de residente, aunque a pesar de ese "pequeño" detalle se quedaron con mi cédula panameña.

10/3/11

Carnaval

El carnaval disfraza el disfraz. Ciudadanos enmascarados en la cotidianidad buscan nueva máscara para fingir alegría o simplemente para olvidar tristezas. No hay pues juego, sino desaliño, descontrol de cuerpo y olvido de alma para la falsa sensación de jolgorio.
La realidad, amarga para la mayoría, sigue su curso de mentiras y designios. El poder, que no descansa, sigue llenándose los bolsillos -cuenta orgullosa Forbes-, las mentiras llenan de su tinta indeleble los periódicos del ayer -cuentan todos sobre Libia y otros espectáculos de prime time-.
Mientras, unos cuantos, siguen en el desvelo de la urgencia de protestar, de hacer muescas en el brillante reflejo de la opulencia. Unos, desde las montañas vigiladas de la Comarca, otros, en esperpéntica Comparsa necesaria. Todos son pocos, pero todos imprescindibles en estos tiempos de mascaradas dobles.
Quizá por eso, en días de alegría fingida, el viejo Esteban decidió morirse, para recordar al resto de la Humanidad que los valientes no son inmortales, que la alegría no prende en las tiendas yermas tras el paso de la maquinaria del progreso, que en las luchas por la dignidad y la supervivencia no hay ni fiestas ni disculpas, solo necesidad y tribulaciones.
Sin máscaras, los activistas de la verdad se enfrentan al gigante contorsionista de la mentira armados de honestidad y de compromiso. No es poco.

5/3/11

La necesaria insumisión

Es raro caminar por aquí. Echo de menos a mi gente, los olores de acá se tornan desconocidos, el tacto de las calles parece aterciopelado rasgar en la piel lacerante. Es el contorno del exilio, de estar sin haberlo decidido, de reconocer lo que es mío desde una posición no imaginada, desde el extrañamiento del que ya no transita.
La libertad se me aparece desnuda. La libertad, ese anhelo cosido en el revés del alma humana, es el único asidero para soñar un mundo diferente. Y pienso que en este universo de prohibiciones, de señalética de lo legal y lo ilegal, el ser humano debería declararse insumiso a cualquier autoridad que cree saber lo que es bueno y malo, lo que es correcto o incorrecto. No hay un solo camino, ni siquiera el propio, pero todos deberíamos exigir el derecho de equivocarnos de vereda, o de acertar de charco.
En el exilio en territorio propio, el dolor se multiplica. ¿Por qué la injusticia anida de esta forma? Lo sabemos de sobra pero nos dan miedo las respuestas porque de pronunciarlas nos obligarían a movernos, a renunciar, a apostar.
Y hoy, aquí, sin duda alguna, sin tristeza ni desazón, yo apuesto. Apuesto por la gente, por los excluidos del festín, por aquellos que, aún incomprendidos, saben por qué hacen las cosas, por qué están anclados a la tierra para defender generaciones y cosmovisiones. Apuesto por la libertad de ser incluso detrás de rejas, incluso, delante de la opulencia del falso desarrollo.
El exilio no es una condena, sino una obligación. Un recorderis de la responsabilidad individual en lo colectivo, un acicate para evitar la somnolencia y la torpeza que impone este tiempo pretérito.

Pero el exilio, amor, no puede ser condena cuando habito en ti, único territorio fértil para el mañana. La libertad, amor, está en ti que comprnedes esta urgente rabia que me empuja en los territorios liberados de la utopía.
Para ti, y para el resto, los versos de este pequeño libro que me acompañó en el trayecto que señalaron con descaro los poderosos. Este libro que me regaló la luminosa presencia de Amalia, sabedora ella de mis palabras y de las agujas con las que tejo la red en la que atrapo mis sueños. Para ti, estos versos de Javier Velaza.

El Salvavidas

No es inutil amarse,
finalmente.
Lo mismo que amaestrar serpientes, nos exige
técnica refinada y perder la vergÑuenza
de actuar frente al mundo en taparrabos.
Y unos nervios de acero.
Pero amar es oficio
saludable también: su liturgia apacigua
el ocio que enajena -como supo Catulo-
y perdió a las ciudades más felices.
Bajo la cuerda floja dispone -no pidáis
una red, porque tal no es posible- otra cuerda,
tan floja, pero última
tan inútil a veces,
bajo la cual no hay nada.
Y entreabre
ventanas que te oreen la cólera y exhiban
a tu noche otras noches diferentes, y así
sólo el amor nos salva a fin de cuentas
del peligro peor que se conoce:
ser sólo -y nada más. nosotros mismos.
Por eso,
ahora que está ya dicho todo y tengo
un sitio en el país de la blasfemia,
ahora que este dolor de hacer palabra
con el propio dolor
traspasa los umbrales
del miedo,
necesito de tu amor analgésico;
que vengas con tus besos de morfina a sedarme,
y rodees mi talle con tus brazos
haciendo un salvavidas, para evitar que me hunda
la plomada letal de la tristeza;
que me pongas vestidos de esperanza -ya casi
no recordaba una palabra así-,
aunque me queden grandes como a un niño
la camisa más grande de su padre;
que administres mi olvido y el don de la inconsciencia;
que me albergues de mí -mi enemigo peor
y más tenaz-, que me hagas un socaire,
aunque sea mentira
-porque todo es mentira
y la tuya es piadosa-;
que me tapes los ojos
y digas ya pasó, ya pasó, ya pasó
-aunque nada se pase, porque nada se pasa-,
ya pasó,
ya pasó,
ya pasó,
ya pasó.
Y si nada nos libra de la muerte,
al menos que el amor nos salve de la vida.

4/3/11

Entrevista en Telesur

Donde la mentira germina

La mentira es el reino de los poderosos. Ellos la siembran allá donde pueden, la cuidan, la engordan dispuestos a sacrificarla cuando más les convenga. Los medios de comunicación son el invernadero de la mentira, le dan el calor y la humedad necesarios para germinar para crecer como verdad a pesar de la grosería de su origen. Reproducimos las mentiras oficiales porque son oficiales, las cuidamos para evitar que nos arrollen, que nos lleven en la corriente que limpia de verdad el universo mediático y la gris realidad cotidiana.
Cuando la mentira te ataca se puede tener la tentación de flaquear, de mirar para otro lado, de callarse para no provocar a la bestia. Pero solo hay una verdad indeleble: la realidad está a pie de calle, o en el barro de las veredas olvidadas, NO en las salas donde se realizan las conferencias de prensa ni en las cómodas poltronas que el poder brinda a los periodistas para que desde ellas transmitan la mentira como si fuera la única verdad.