Partamos de la base que ayer no se
trataba de rodear el congreso, sino de algo mucho más revolucionario: saltar la
barricada del miedo. Eso es lo que hace todos los días: meternos miedo. Miedo a
perder las cosas que antes nos convencieron de poseer, miedo a la
desprotección, miedo a la violencia estructural, miedo a los terroristas, miedo
al aire, miedo a nosotros mismos…
Y ayer se derrotó al miedo. No sé cuántos
éramos, pero ni los 6.000 de la incendiaria delegada del gobierno ni los
200.000 de otras veces. Creo que la presencia estaba en la orquilla entre los
40.000 y los 60.000 y eso es mucha gente cuando se trata de superar el miedo y
decirle al poder que ya basta, que ni nos los creemos, ni caemos en su juego.
Es cierto, algunos caen. Si el Gobierno
quiere utilizar de excusa para el brutal y desproporcionado uso de la fuerza de
anoche en Madrid es la provocación de cuatro antifascistas que no entienden ni
el momento político ni la trascendencia de lo que se jugaba, lo puede hacer.
Pro nadie en su sano juicio lo puede creer.
La acción del 25S fue pacífica,
tremendamente pacífica, emocionantemente pacífica. Incluso, me atrevería a
decir que fue pacífica contra natura. Después de semanas de desgaste, de que
las autoridades pagadas con nuestros impuestos nos acusaran de fascistas, de
golpistas, de peligrosos para la sociedad; después de que nos obligaron a
caminar desde Plaza de España a Callao rodeados por un cordón policial sin
brecha; después de que al bajar por la calle Alcalá los antidisturbios que nos
esperaban iban con cascos y mostraban visiblemente sus armas… fuimos de un
pacífico casi enfermizo.
¿Cómo aguantar tanta violencia
estructural sin responder?, ¿cómo controlar el instinto, el enfado, la
frustración, la rabia? Es sencillo: porque sabemos que tenemos la razón y que
nos asiste la justicia (aunque no el derecho). Viví con emoción la marcha, los
encuentros, la solidaridad, la convicción de que estábamos retando al poder con
algo que ellos no tienen: el coraje
y la dignidad.
Estoy triste, sí. Pero no por la acción
del 25S, que fue un éxito rotundo de un pueblo que ya ha demostrado en otras
ocasiones que sabe despertar a tiempo. Estoy triste por la actitud vergonzosa
de la mayoría de los medios de comunicación, que repiten sin pensar (o
pensando, lo que sería más grave), el discurso del poder y que silencian el
potente clamor de la ciudadanía; estoy triste por vivir en carne propia un
estado policial, represivo y mentiroso; estoy triste porque los estándares
europeos para el respeto a los derechos humanos sólo son válidos fuera de
nuestras fronteras; estoy triste porque millones de personas vieran la
brutalidad policial por la televisión en lugar de echarse a las calles de todo
el Estado a reclamar justicia y respeto para los que ayer, siento decirlo, se
estaban jugando la seguridad física y judicial por el resto…
Se dio un paso importante. Y habrá que
dar más. Y habrá que ser conscientes que nunca serán las mayorías las que
salgan a las calles. Pero hay que seguir, siempre son unos cuantos los que
cargan a una sociedad en sus espaldad y hay que aceptarlo. Hay que trabajar
desde la convicción de que es nuestra obligación en este momento histórico. Y
que ni miles de policías, ni cientos de financieros nos podrán arrebatar lo único
que no les pertenece, porque nuestro coraje, nuestra determinación a vencer el
miedo no depende de ellos… esa es nuestra fuerza. Gracias a todxs los que ayer
me hicieron confiar en el otro y sentir que formamos parte de algo que merece
la pena.
1 comentario:
Completamente de acuerdo en todo . Por lo que he podido contrastar con gente que estuvimos alli, es un sentimiento que se debate entre la tristeza y la ilusión, como quizás no pueda ser de otra forma. No estamos hablando de flashmobs lúdicos, de jornadas solidario festivas ni de nada parecido; estamos luchando contra algo bastante poderoso, y no será fácil.Aprender, sentirnos juntos, continuar plantando cara, difundir nuestro mensaje...ahí debemos estar.
un abrazo,
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