20/12/10

Perritos calientes

Los perritos andan calientes. Sus dueñas compran abrigos de cachemir y ellos mueven la colita contentos de haber recalado en un hogar vacío de alma y lleno de cosas. Gustan, por ejemplo, de la camita acolchada con marca al frente y mullido cojín que huele a pachulí y no a orín. Pasean con destreza entre los bolsos de la señora o por los delicados meandros de cristal veneciano. Los perritos calientes de la desocupación gustan de embadurnarse con mostaza de Dijon y luego dejar que su dueña los relama entre la barriga satisfecha y el sexo lánguido por ausencia de perra.
Qué magnífico banquete sería resbalar por las chimeneas de esas casas ajenas a la realidad y hacer un festín de perritos calientes, una orgía de comida barata en esos cenáculos de diamantes y metales bañados en sangre.
"En tiempos de crisis lo que sigue vendiendo es el lujo", explica alguien ducho en la materia. "En tiempos de lujo, una buena crisis para asustar a los acomodados", responde uno de los arrancados.

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