“Quienes (..) tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos”. Estanislao Zuleta
Tratar de se coherente es casi siempre difícil. Explicar sin
embarrar, también. Sin embargo, me siento en la obligación de explicar mis
razones para abandonar la coalición que ya no es y que durante semanas tratamos
de consolidar. Si publiqué mis razones para ser candidato, qué menos que
esbozar algunos argumentos al momento de la salida.
Me animé ante el reto porque
creía, creo, que teníamos una oportunidad de hacer las cosas bien, una
oportunidad de hacer la política de las personas, de abrir ventanas para
oxigenar un sistema tan poco democrático como agresivo. Para que eso sucediera
todas y todos debíamos ser generosos, perder el miedo a los otros, perder el
miedo a nosotras mismas y estar abiertas a cuestionar nuestros dogmas. Esa era
la tarea difícil. No lo era enfrentar a un sistema torticero creado para
limitar la representación política plural; no lo es disentir con un partido en
el gobierno profundamente autoritario, sordo y nocivo para nuestra sociedad; no
lo sería luchar contra una opinión pública dominada por unos pocos medios de
comunicación controlados por la misma élite que los financia.
Fallamos en lo más difícil.
Reconozco, en lo personal, que me senté a la mesa de negociación con una
pequeña mochila de imaginarios, con miedos a ser devorado, con miedo a no dar
la talla ante los ciudadanos. No me generaba ninguna duda la tarea por hacer.
Son muchos años de militancias en movimientos de base, muchas veces en
contextos mucho más complicados y agresivos que el cántabro. Pero lo que sí me
marcaba era la responsabilidad ante las personas. Si algo he aprendido en los
últimos años que es en el amor y el respeto que se logra trabajando hombro con
hombro con la gente de la base donde se sustenta la autoridad moral del
activismo y de la política. No en los documentos sesudos o en las estrategias y
tácticas de salón aprendidas de la nomenclatura oficial de los partidos.
Si desisto de la tarea electoral
es porque para seguir tendría que mentir (me) y mentir a las bases y eso es la
única línea que no estoy dispuesto a traspasar. ¿Por qué mentir?
Cuando firmamos el documento
político que ponía las bases de a coalición entre IU, Equo y algunos
independientes (con más redes de apoyo complejas y críticas que militantes
disciplinados y silenciosos) creía que hablar de unidad, de paridad y de
participación ciudadana plural no era mentir. Es cierto que no era un hecho aún,
pero estábamos sentando las bases para que fuera posible. Cuando IU presentó su
propuesta casi innegociable de documento legal para formalizar la coalición la
verdad empezó a perder la batalla.
¿Qué incluía ese último documento?
- La constatación del control de un partido en una coalición que se decía horizontal. La Coordinación Política de la coalición que quería IU incluía 3 miembros de ese partido, 1 de Equo y 1 de Ganemos (que entendíamos que eran los independientes). Cuando planteamos que esa mayoría absoluta era contranatura del pacto político, IU contrapropuso un 3-2-1 que nos sonaba razonable, aunque se guardó hasta 24 horas antes de que acabara el plazo legal para inscribir la coalición que el 1 de Ganemos era, según ellos, el mismo que “presta” la marca Ganemos y que ni tan siquiera conocemos ni reside en Cantabria. El rodillo se imponía.
- Los socios como atrezo. El documento especificaba que la número uno de la lista (perteneciente a IU) sería la única portavoz ante el Parlamento y que además sería la elegida para la Mesa del Parlamento en caso de que la coalición se ganara ese espacio. Cuando planteamos que eso volvía a ser inaceptable (el resto de participantes en la coalición serían decorativos), IU cedió y, aunque no aceptó la portavocía rotatoria que proponíamos, sí transigía en que fuera según las temáticas. Sin embargo, una vez más, se negaba a ponerlo por escrito.
- La participación como promesa y no como práctica. En el documento legal, el único reclamable ante instancias oficiales, no aparecía ni una sola referencia a las instancias de participación y fiscalización ciudadana de la labor pública de los cargos electos. Propusimos una frase para que quedara consignado y darnos tiempo luego para desarrollar esos mecanismos. Tampoco IU quiso incluirlo.
- El dinero, el maldito dinero. La propuesta en que coincidía con Equo era que del dinero de la subvención electoral, una vez recuperada la inversión en campaña, los partidos se repartieran entre el 60 y el 70% pero que, al menos, entre un 30 y un 40% fuera destinado para crear las plataformas digitales y presenciales de participación ciudadana de las que debía emanar el mandato de los cargos electos. ¿La respuesta de IU? Sí, quizá, pero no lo ponemos por escrito. Sin embargo, sí insistieron en mantener por escrito que si un cargo electo abandonaba la coalición pero mantenía el acta de diputado debería pagar la parte proporcional de la campaña electoral (varios miles de euros). Para una coalición de izquierdas, mercantilizar un cargo público parece inaceptable, pero además ese párrafo estaba destinado al número dos de la candidatura (es decir, para mi). Una clara muestra de (des) confianza.
Hasta que este documento apareció en la mesa (el martes 7 de
abril) todos habíamos tratado de construir un clima de confianza. IU
entendiendo que algunas asambleas locales de Equo no entraran a la coalición;
Equo y yo aceptando el nombre Ganemos a pesar de lo oscuro de la operación en
la que se pide prestado el nombre a alguien que quiere capitalizar los procesos
sociales y políticos en todo el país; IU aceptando que no todos los puestos
principales de las listas electorales fueran para ellos (aunque había sectores
de ese partido convencidos de merecerlos), el resto aceptando que las personas
independientes propuestas por IU tuvieran estrechísimo lazos de relación con IU
o que la número uno de la lista no nos dirigiera la palabra en la práctica.
Ese día 7 todavía pensaba que la coalición salía adelante,
porque volvimos a ceder todos en la mesa para poder tener el miércoles 8 en la
mañana un documento matizado que todos pudiéramos firmar. No fue así. IU estiró
el plazo acordado hasta el jueves para devolver un documento sin cambios que
contravenía de frente el acuerdo político que hicimos público al presentar el
proyecto político. No había margen: o aceptábamos sin rechistar que esta era
una condición con vagones de primera y segunda clase o renunciábamos al
proyecto. El mismo miércoles 8 envié un correo a IU y a Equo en el que
planteaba que superáramos estas diferencias de forma (pero que tenían mucho
fondo antidemocrático –porque la democracia son formas) para trabajar en las
personas porque de las decenas de horas de negociaciones las menos se habían
dedicado a lo sustancial.
Confieso, que una vez que tomé la decisión de retirarme y
cuando supe que Equo tampoco seguiría en esta coalición desigual, me quedó esa
extraña sensación de no estar seguro de haber tomado la mejor decisión. Pensaba
en toda esa gente que se había ilusionado con nosotras, en los independientes
que ya se estaban sumando al proyecto en la candidatura autonómica y en algunas
locales, en la necesidad de entrar a las instituciones para atacar de frente la
emergencia política y social que vive Cantabria. Sin embargo, un par de horas
después de hacer pública nuestra retirada de forma conjunta, IU me dejó
tranquilo. Sacó un comunicado público camuflada bajo el nombre de Ganemos
Juntxs Cantabria, cuando esa coalición ya no existía (ahora está compuesta por
IU y por un señor que presta una marca aunque después del desastre madrileño IU
Cantabria se replantea su estrategia), y mentía al describir: “La sorpresa
vivida en el seno de Ganemos Juntos Cantabria ha sido mayúscula ante la salida
de Equo y de una sola de las personas integradas a título individual, pues ni
el acuerdo político, ni el trámite jurídico, han sufrido modificación alguna”.
No comentaré los párrafos anteriores del comunicado porque
me reconocía extrañado en ellos ya que eran un corta y pega de textos escritos
por mi mismo en una web construida por personas independientes para tratar de
construir un relato alterno que nos ubicara a todos en el proyecto común.
Había tomado la decisión de no hablar más de este tema para
no hacer más daño y para que fueran los hechos los que hablaran de cada cual.
Pero en las últimas horas, miembros de IU se han dedicado a contaminar en las
redes e incluso a insinuar proyectos paralelos de algunas de nosotras. Varias
de las personas independientes nos reunimos el domingo para debatir sobre cuál
sería nuestro camino y decidimos no presentarnos en estas elecciones bajo
ningún paraguas. Primero porque no nos interesa el poder sino lo que se puede
hacer con él. Segundo, para no fragmentar más el voto de la izquierda. Tercero,
para no alimentar luchas cainitas.
Desistimos al camino electoral, pero todas y todos nos
comprometimos a seguir en nuestro trabajo de siembra y tejido, de construcción
de un tejido social y político vigoroso, plural y no contaminado que pueda, a
medio plazo, influir en el modelo de nuestra sociedad desde fuera de las
instituciones. Nuestro compromiso con la transformación social es inequívoco y
nuestro torpe intento de ser honestos y coherentes seguirá marcando nuestras
decisiones. No tenemos la razón. Yo, desde luego, no la tengo, pero sí tengo
razones para seguir desde el profundo convencimiento de que es desde abajo y
con respeto como podemos construir las alternativas. También me ha confirmado
este intento de convergencia de que, como dice Raúl Zibechi, hay que
descolonizar la rebeldía, limpiarla de las viejas formas tradicionales de una
izquierda que, atacada desde todos los frentes, tiende a la parálisis.
Le deseo lo mejor a IU en las próximas elecciones y también
deseo, por el bien de la izquierda, que cuando todo se sosiegue se animen a la
autocrítica, a repensar el por qué, en tiempos en que son tan necesarios, una
parte importante del electorado progresista no los (nos) ve como una
alternativa.
Termino, como empecé:
“Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos
modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad
diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero
también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no
como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e
impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria
comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento
satisfecho”. Estanislao Zuleta
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