No tengo nada más que regalarte que las palabras que moldeo con torpeza, nada más que los besos con los que te aguardo o los adjetivos con los que te desvisto. Espero que sea suficiente para retribuirte el don del amor, el regalo de tu alma, la dádiva permanente en la que navegamos sin tormenta.
Es verdad, amor. No tengo nada más, pero tampoco sé si lo quiero. Parecías feliz esta mañana, al despertar adormecido del día. También lo parecías a medio día, en el tiempo comprimido de la libertad condicional. Espero que esta noche, al reposar en la libertad sin condiciones de mis palabras, de mis apenas abrazos, justo antes de abandonar tus párpados al ensueño de la penumbra, lo sigas siendo. Yo, a cambio, te daré todo lo que tengo. Nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario