noite de trenzinhos
O trenzinho do Capira avanza a veces rápido por momento muy lento. Remonta las cuestas clavando sus uñas en los rieles y mira a los campesinos que trabajan la tierra que no es suya. En las sillas Luis XV tapizadas de terciopelo rojo no se huele a tierra, ni a mandioca, ni a açaí… pero junto a ellas, alrededor de ellas, pasa o trenzinho, y una tribu indígena completa que no ha dejado de cantar en los últimos tres días, y un amigo de Mozart juega con la trompa 105 años antes de que las puertas de este extraño lugar estuvieran en su sitio, y un suizo montado en una máquina de hierro que asombra con vapor y redoblante…
La noche en la Plaça Sao Sebastiao es de viento fresco y melcocha humana. Los pasos no se escuchan en este tapiz limpio de ciudad abandonada donde las cervezas son tan grandes como el cielo y tan pequeñas como el tiempo. Hielo para enfriar las almas y cachaza para dejar que se derritan. La contradicción de nuestra tierra suena en las notas de Villalobos. Baboso en ciertos pasajes, violento en otros, sangre en efervescencia siempre. Aplausos y gritos. Acá, la música clásica es concierto de rock para las masas. Bien por esa.
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1 comentario:
Mucha saudade en esa noite dos
trenzinhos...
A tristeza näo tem fin a felicidade
sim...
Muy lindo.
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