La vida me arrolla algunos jueves. Comprender a la
humanidad, evitar mi derrumbe, convivir con la indolencia, sobrevivir a la
torpe manía de sobrevivir, romper la monotonía, aprender a cocinar sin trigo,
llamar a las cosas por su nombre sin que invocarlas hiera a los iguales, sacar
la basura humeante de mi falta de cuidado, cuidar de las dos tristes plantas
que flanquean el regalo del reposo… Demasiadas cosas insignificantes como para
no gastar tres minutos en recordarte que esta mañana olvidaste tu aliento en mis
manos y que, por tanto, tendré que lidiar el resto de la jornada con tus labios
y con tu ausencia.
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