15/2/15

La tormenta del silencio


No sé muy bien qué hacer con esta tristeza. Es casi estúpida. La consciencia es un estado doloroso, apenas innecesario. Una muerte más que apuntar a la injusticia. ¿Y qué más da? El espacio del No Ser cada día está más abarrotado y nosotros somos cómplices cotidianos de su esdrújulo desaparecer. Dentro no llueve. Las ventanas se van tiznando de realidad pero somos suficientemente prudentes como para limpiarlas de forma periódica: queremos comprobar que afuera todo es peor, que afuera las batallas se pierden sin que se astille la conciencia, sin que se nos haga grumos la leche de la mañana. Sé que toca seguir, seguir empujando para no morir alrededor del ombligo propio, para no desecarse en las lágrimas expropiadas del poder cuando ya no queda fuerza para seguir dormitando en la ceguera. Ojalá hoy no lloviera silencio. Todo parecería más fácil. Esta angustia no sería tan evidente. Yo no me sentiría tan impotente.

1 comentario:

MCH dijo...

La cara del que sabe


Cuando veas al hombre de banca,
dinámico y grave,
que en la ranura de su coche
introduce la llave,
mientras habla con un cliente
importante,
y con mano segura
agarra el volante,
verás, si te fijas, en el cristal,
la cara del que sabe.

En la escuela, al salir de recreo
al patio empujándose,
si ves a uno que lo llaman
el Capacobardes
que le escupe en la oreja al tonto
de la clase
y se planta esperando
que el otro se arranque,
helados en vidrio verás allí
los ojos del que sabe.

O si ves por la turbia ventana
de frente a su amante
a la querida que, ya seca,
se aferra al cadáver
de su amor, y a cuchillo dice
«Como escapes,
te lo juro, aquí mismo
me siego el gaznate»,
grabado verás en la blanca piel
el signo del que sabe.

En la foto del jefe de estado
que fija el instante
en que él, sentado ante un decreto
de muerte de alguien,
en penoso deber la pluma
de oro blande,
cuando firme la firma
de un trazo la trace,
trazada en su frente la puedes ver
la marca del que sabe.

O si no, en el neón del espejo
del bar de 'My darling',
si ves al chulo que a su rubia
le dice, fumándole
de nariz, «Que nanay, nenita,
que tu padre,
y cuidao con el rímel,
que no se te empaste»,
posada en sus párpados la verás
la fuerza del que sabe.

Y si asomas, en fin, al estudio
de altos cristales
donde el cerebro de la empresa
dibuja los planes
de la ruta futura, y corre
recto el lápiz
y a derecho y a regla
los borra los árboles,
guiada verás de la pura ley
la mano del que sabe.

Todos tienen su idea: son ellos
los reyes del aire.
Y si tú ves que, cuando a todos
los cierre en la cárcel
de los versos y que la música
ya se apague,
yo me quedo a las nubes
mirando distante,
recuérdame y dime «La veo ahí
la cara del que sabe».


Agustín García Calvo