30/3/12

Nuestro (s) tiempo (s)

Son tiempos estúpidos los nuestros, amor. Son los nuestros. Aprender a convivir en ellos es tan difícil como sobrevivirlos con un resto de dignidad. La historia y los errores no nos han servido. Despreciamos el saber de nuestros antecesores, olvidamos la palabra de nuestros propios ancestros… el brutal golpe de aquella noche de julio, la estúpida manía de acabar con el vecino en esa aldea del sur, la consistente tarea pestilente de os que cargan sombreros.

En estos tiempos –rápidos, violentos, mentirosos- es imposible mejorar en soledad. No hay lecciones, ni libros, ni clases magistrales dónde se pueda aprehender el mal olor que baja de las azoteas. Juntos, tu y yo, juntos así, sin levantar tanto la voz, sin avisar de nuestras intenciones, deberíamos ser capaces de habitar la tierra descalzos, preguntándonos, preguntándoles el porqué de la locura, el reverso de la sinrazón. Es posible que no logremos las respuestas, pero es seguro que nuestro tiempo será nuestro, y que, a punta de la necesaria duda, podremos atrincherarnos al menos en la única certeza que hoy me enraíza y me hace aire, que hoy te eleva y te hace luz. Nosotros. En este, nuestro tiempo.

Elogio a la debilidad

Nos enseñan a no llorar, a ser fuertes, a enfrentar la vida como quien sale al Coliseo convencido de que no habrá león que lo eructe en la mañana. Los que no logran esta mentira, creen en Dios o se hacen budistas: pomadas para resistir, analgésicos cargados de nada, entretenimiento para la navaja del suicida.

Por eso, sin dudarlo, te empujo a ser débil, a reconocer la muerte que llega como vómito en la madrugada, la sangre cálida y compacta de la alborada, la puta injusticia que nos arranca a los nadie… y llorar. Llorar hasta vaciar el pantano del que beben tus fuerzas y desde ahí, desde la constatación de que eres humano, cargarte de rabia y de toda la ternura para volverte a los otros: ese universo anulado por los que se creen fuertes y que es inevitablemente irreductible.

24/3/12

Universo

¿Sabes cómo es cuando el universo se hace pequeñito? ¿Lo has visto alguna vez abandonar su grandilocuencia, su infinitud soberbia, su hermosura estelar? ¿ir recogiendo la madeja para concentrase en lo importante? ¿Sientes cuando el universo pliega sus extremidades para dar espacio a sus alas?

Algo así acontece cuando abro las ventanas de las vidas múltiples, inimaginadas, paralelas por imposibles, tan reales como mutantes... Primero hay una expansión dolorosa, el intenso olor sin remedio de las flores desconocidas. Después, siento la necesidad de recogerme, de volver a lo fundamental, de prescindir del ruido para reposar en el excitante instante de tu encuentro.

Cómo uedo extrañar tanto nuestro universo pequeño, ese que de tan concentrado es brutalmente necesario.

Te pienso en-el-mínimo-y-necesario-parpadeo-de-tus-ojos-al-amanecer.