17/9/10

Esta isla

Estamos en esta isla. ¿La ves? Es difícil ser consciente de que se está en una isla cuando se habita. Solo los argonautas o los cosmonautas pueden observar desde la distancia los contronos de esta suave nube aposentada con calma en el feroz vaivén de la tormenta. te decía que estamos en esta isla, y acá los bosques y los dilemas huelen a humedad y futuro, al dulce olvido de lo que, fuera de ella, acontece. A veces, en esta isla, cuando nos sentamos en el borde suave de sus acantilados, divisamos las batallas y los cuerpos desnudos de los de afuera. Son tan humanos como los nuestros -los últimos- y como las nuestras -las primeras- pero parecen groseros cuando se desdibujan en la niebla de poniente.
Estamos en esta isla y salir de ella sería una torpe osadía, un caminar hacia el abismo rojo de los que habitarán el planeta en el futuro, un provocar a las anjanas y los piratas, a los asexuados y sus voceros, a los adormecidos habitantes de aquellas tierras fértiles en disputas y objetos. Más bien, corresponde limpiar las veredas internas por las que palpamos los límites insulares, preparar bien la cabaña para resistir las esporádicas incursiones de vientos y rumores, acumular solo frutas y saliba para alimentarnos en los tiempos duros de tierra y palabras, levantar alguna que otra palizada de vehemencia para responder a las silenciosas provocaciones del sistema.
Estamos en nuestra isla ¿lo ves? Y se parece irremediablemente a una nube diseñada desde el interior de nuestras almas en esos momentos en que nuestra respiración parece una -aunque de eso solo puedan dar cuenta los viajeros interestelares porque, cuando así es, nosotros ya nos olvidamos de que algún día fuimos sin estar-.

7/9/10

Ventanas, otra vez ventanas



Te están doliendo los ojos. Es lo que tiene esto de ir abriendo ventanas. A veces, sopla ese viento denso y acogedor en el que se acomoda la modorra; otras, es la brisa fresca y liviana la que nos da fuerzas para pisar la calle y no reconocer esos huecos o estas asperezas; pero hay veces, ay amor, que por la ventana entra lo que somos cuando dejamos de ser gente. Ese es el riesgo de mirar, esa es la terrible consecuencia de abrir los ojos y no dejar que los espejos y sus ofertas nos mantengan en un reino de luz y aplanadoras.
Abrir las ventenas es toparse con la gente tan hermosa que duele en el alma no poder acurrucarse en sus pliegues o lanzarse desde el trampolín de sus aristas, es encontrarse de frente con la sombra del ser humano, esa que golpea, cercena y limita la posibilidad de amar. Querría protegerte de las corrientes ulcerosas, pero sería, al tiempo, privarte de las mariposas que anuncia la lluvia vespertina. Solo prometo acompañarte al poner el pie en la vereda en la que nos haremos fuertes para no sentir la mansedumbre de los buenos ni los remolinos oscuros de los violadores del sentido.

6/9/10

Se siente bien

Es así y se siente bien.
Tus brazos se extienden sobre valles y ríos de caudal desbordante. Superan husos horarios, tormentas de altura, bajezas ajenas; incluso, sin recato, se cuelan entre mis tristezas, esas que ahora no asoman sino para recordar que alguna vez existieron.
Llegan a mi para recordarme que ya estás en mi y que al llegar también estarás ahí.
Cambia todo y eso se siente bien.
Da esa temperatura en la vida en que todo es posible, ese calor que libera noches y dudas. En tu piel soy, a tu alma llego.